viernes, 9 de mayo de 2008

Protocolo Dimensión Epistemológica



Lucena Ortiz


Con respecto a la dimensión epistemológica del precepto pedagógico, se puede decir que es sostenido por el saber como uno de sus pilares. Para dar cuenta del saber, es necesario hacer un recuento, a grandes rasgos, de la evolución de la epistemología que estuvo enfocada, en un principio, en el positivismo y donde la verdad no daba cabida a relativismos, más bien tenía un carácter universal y absoluto.

Posteriormente, Bachelard ataca el carácter de universalidad y propone la regionalidad del conocimiento y la verdad; adicionalmente no considera que haya obstáculos epistemológicos, por lo contrario fundamenta que son mediadores epistémicos que permiten observar y conocer la subjetividad.

Más tarde, Foucault da a la epistemología un orientación de condiciones de posibilidades, es decir, que otros elementos se le pueden integrar a un saber para que sea posible o para dotarlo de sentido. Con respecto a la ciencia, Foucault, prefiere cambiar el concepto de ciencia por saber , ya que este permite la percepción y la subjetividad y donde se pueda integrar la teoría y la práctica para darle lugar a lo que no se ve y a lo que no está dicho aún.
Uno de los aspectos más relevantes, desde mi punto de vista, en las clases donde se explicó la dimensión epistemológica, fue la mediación ya que considero un elemento fundamental dentro de los escenarios de enseñanza- aprendizaje y porque debería convertirse en una actitud dentro de las aulas de clase no solo para los estudiantes sino para los educadores.

Sin embargo, en la actualidad existe una batalla entre la cultura mediatizada que han adquirido los estudiantes con respecto a la visión lineal y disciplinaria o de control que tienen algunos docentes. Me permito entonces describir brevemente una experiencia que tuve entre los años 2006 y 2007 con un estudiante de una institución educativa de Medellin.

Al iniciar la capacitación con él y su grupo en media técnica, mis compañeras formadoras y yo lo considerábamos un joven extraño, bastante retraído y como uno de los posibles desertores o “eliminados” al finalizar el semestre. Su actitud en las clases siempre era la
misma: se sentaba junto a la ventana enmallada que daba a la calle y todo el tiempo tenía su mirada fijada en lo que transcurría en la calle y en el amplio y lejano panorama del oriente de Medellin. En algunas oportunidades, hacía llamados a las personas que pasaban; aveces, se recostaba en la ventana y “dormía”; en otras ocasiones tarareaba las canciones que se escuchaban en las casas del frente de la ventana.

Con tono inquisidor, mis compañeras y yo, en las “tertulias” típicas de los profesores afirmábamos: “ese muchacho no muestra interés de nada, no debería estar en este programa” y tomamos la decisión de confrontarnos con su actitud, muy escondidamente para avergonzarlo en el grupo y hacer que mirara siempre al frente, al tablero, es decir a nosotras.

Poniendo en práctica nuestro plan, cuando empezaba a mirar por la ventana, le pedíamos que ampliara o que diera su opinión sobre lo que se acababa de decir con respecto a un tema o le solicitábamos que hiciera un recuento de lo visto en la capacitación anterior y para gran sorpresa nuestra siempre contestaba con un gran respeto, muy acertadamente y deslumbraba con sus respuestas personales. Luego empezamos a notar que ya no estaba tan callado y que a pesar de que su actitud en la ventana seguía siendo exactamente igual, constantemente durante el discurso de la formadora, levantaba la mano para hacer aportes y PREGUNTAS!!

Finalmente, mis compañeras y yo quedamos conmocionadas y obviamente con un aprendizaje para toda la vida: el profesor no es el dios en un aula de clase y cada sujeto que está en ella es diferente y absolutamente respetable; que aquellos a quienes malnombramos alumnos tienen todo el potencial para enseñarnos, retroalimentarnos y aportar saberes; aprendimos que son perfectamente hábiles para hablar, pensar, opinar, preguntar, crear y concentrarse al mismo tiempo y que además no solo tienen viva la capacidad de asombro sino de asombrar.


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